04 / Un acordeón algo especial
Más de mil palabras…
Pancho, dirigente del grupo juvenil de San Jacobo, estrenó el acordeón
De Marzo de 1985 a Abril de 1986 estuve con los sacerdotes salecianos, como misionero seglar, en la comunidad chinanteca de San José Río Manso, en el estado de Oaxaca.
Líderes de los grupos que formaron la Brigada Juvenil Chinanteca, compuesta por jóvenes de los distintos pueblos de la parroquia San José Río Manso. Al centro el obispo de la Prelatura, Monseñor Braulio Sánchez y el misionero seglar René Vázquez.
Mi trabajo con jóvenes en Río Manso, Oaxaca
En 1985, a un año de concluir la carrera de ciencias de la comunicación, me fui a trabajar un año como misionero seglar en la parroquia de San José Río Manso, era la zona chinanteca del estado de Oaxaca. Parte de mi actividad era dar continuidad al proceso de creación de grupos de jóvenes chinantecos iniciado en 1981, integrándolos en lo que llamamos la Brigada Juvenil Chinanteca.
La parroquia atendía a 32 pueblos, en un territorio aproximado de 20 x 40 kilómetros, una parte era valle la otra sierra, con bosques de clima tropical, bastantes arroyos, caudalosos ríos y rica en flora y fauna.
Después de varios años de trabajo en la región logramos integrar grupos de jóvenes, algo muy difícil, pues formaban su propia familia desde corta edad y adquirían deberes de ciudadanos, además de cuidar a los bebes que no dejaban de nacer.
El formar grupos con jóvenes implicaba mucho trabajo con ellos, cursos de integración, de formación, relaciones humanas y mucha capacitación.
Fue una proceso donde se implementaron dinámicas de grupos, torneos deportivos, teatro, música, artesanías, en fin, lo que se nos ocurría, lo que nos pedían… pero sobre todo lo que buenamente podíamos llevar, tanto de material, procurábamos que fuera el que existía en la zona, como conseguir a la persona idónea en cada tema.
En 1981 se comenzó a construir, por parte de la misión, el llamado Puente de La Solidaridad, servía para comunicar a los pueblos de la sierra, pues en el verano al crecer este río, los pueblos de la sierra quedaban incomunicados, el primero de ellos es San Jacobo. En 1984 se concluyó.
Los grupos de jóvenes
Con la creación de la Brigada Juvenil Chinanteca los jóvenes ahora tendrían una alternativa distinta en su vida diaria, ya se juntaban a estudiar diversos temas, aprendieron a tocar instrumentos musicales, a elaborar artesanías.
En el programa cada grupo, de cada pueblo, animaba con un número es decir; presentaba una canción, un sociodrama, una obra de teatro, una declamación o un cuento, en fin, se las ingeniaban para pasar una tarde con todo el pueblo reunido en convivencia, ahora los jóvenes alegraban la fiesta.
La fiesta comenzaba con el novenario, los tres últimos días; La Calenda, La Víspera y La Fiesta era cuando se reunía todo el pueblo, recibían la a personas de otras comunidades, las bandas cumplían con La Gozona; visita recíproca entre las bandas de distintos pueblos.
Parte de las actividades con la brigada era organizar cursos de animadores, en esta ocasión se les entregó el Manual de la Brigada Juvenil Chinanteca, BJCH, con temas de estudio, dinámicas para desarrollarlas en las reuniones del grupo y cantos.
El grupo de San Jacobo
Parte de las actividades con la brigada era organizar cursos de animadores, en esta ocasión se les entregó el Manual de la Brigada Juvenil Chinanteca, BJCH, con temas de estudio, dinámicas para desarrollarlas en las reuniones del grupo y cantos.
El grupo de San Jacobo
San Jacobo es un lindo pueblo a la orilla de un afluente del Río Tesechoacán, en la parte del valle, con gente muy activa y trabajadora, estaban cambiando su actividad de campesinos a ganaderos, el cambio de uso de su suelo lo sentían más redituable.
Los jóvenes estaban coordinados por un matrimonio joven, ambos eran maestros y catequistas del lugar; Pancho y Cata.El grupo se propuso formar un coro en forma, fueron consiguiendo los instrumentos musicales, realizaron distintas actividades para conseguir dinero y comprar guitarras, claves, pandero, entre otros.
Para ello, el pueblo les prestó una parcela, sembraron maíz, luego lo cosecharon para venderlo, compraron una grabadora para rifarla, así, con lo que juntaron dinero.
Aprovecharía mi viaje a Guadalajara en Diciembre para visitar a mi familia y comprar el acordeón.
¡Zas! ¡Qué sabía yo de acordeones¡ ni precio, ni marcas, menos saber si podía negociar a buen precio uno usado, por más dinero que juntaron no alcanzaría para uno nuevo además no podía regresar con las manos vacías a terminar mi año en la Chinantla.
Realización de la Pascua, donde los jóvenes tenían más presencia y participación en los oficios
En búsqueda de un acordeón
De esta participación surgieron otros; como el Movimiento Scout de Vanguardias, este se transformó como grupo scout en forma, organizado por Mario Albero González Ramírez, el querido Doc.
En esa navidad del 85 le busqué para pedirle ayuda en la compra de un acordeón para los jóvenes chinantecos. Con el paso de los años sus integrantes se fueron casando, (algunos matrimonios surgieron de ahí) por lo cual se desintegró, pero… (el infaltable pero) los instrumentos, entre ellos un buen acordeón, se guardaron en espera de que algún día resurgiera o naciera otro coro, atinadamente concluyeron que los instrumentos no eran propiedad personal de cada integrante, actuaron en función de grupo y no en beneficio individual.
El Penta consultó con algunos ex integrantes el asunto del acordeón, entonces decidieron donarlo a las misiones. Ya en enero del 86 regresé a la Chinantla con el acordeón y el dinero en mano para regresarlo a los jóvenes.
La entrega del acordeón se hizo frente a las autoridades y miembros de la comunidad de San Jacobo
La entrega del acordeón: fiesta y decepción
Cuando regresé a la misión mandé aviso al pueblo de San Jacobo para que juntaran a los jóvenes y hacerles la entrega oficial del acordeón.
En el día acordado, ante la presencia de las autoridades de la comunidad y del auxiliar de la iglesia, hice la entrega formal, claro, estaban felices.Al término del evento, los coordinadores Pancho y Cata frente a los jóvenes me explicaron que ya no necesitaban el acordeón, pues el muchacho que lo sabía tocar ya se iba a morir.
Me explicaron que había enfermado, en la espalda le salieron unas llagas grandes y estaba muy débil, además pertenecía a una religión que les prohibía tomar cualquier medicina y por lo tanto pues se iba a morir.
Con la formación de la BJCH la realización de la fiesta patronal del pueblo cobró un nuevo sentido, ahora había teatro, música, sociodrama, chistes, etc. los jóvenes les dieron nueva vida al evento más importante de la comunidad.
La historia de Toño
Pedí verlo y que me lo llevaran a donde yo estaba, gran error, Toño no podía ni caminar, apenas lo pudieron bajar del caballo, no me imagino cómo lo subieron, nunca había visto una persona con la piel literalmente amarilla, exageradamente delgado, al saludarlo solo sentí los huesos de su mano.
Me enseñó su espalda tenía cuatro hoyos tan grandes como aquellas grandes monedas de un peso de mi infancia, se le veían los huesos. Me dijo: Renés (siempre agregaban una “s” a mi nombre) ya vi el acordeón, está bonito pero no lo puedo tocar, ya me voy a morir, le escuché decir eso con mucha convicción. Así como al caer el sol comienza la noche, la muerte de Toño era igual de inevitable.
Les pedí lo llevaran a la misión, había consultorio médico y el padre Isidro sabría qué hacer. Cuando le platiqué al padre lo sucedido con el joven Toño, me comentó que días antes, durante la navidad, una antropóloga, maestra en la facultad de medicina en el Puerto de Veracruz, había llevado a sus alumnos a un trabajo de campo al pueblo y se habían hospedado en la misión.
Sólo tenía el domicilio de su casa, me lo dio, me pidió llevar a Toño a Veracruz, pues la maestra nos podría orientar para conseguir alguna consulta a través del departamento de servicio social del hospital.
Vámonos a Veracruz
-¿Para qué vamos Renés? ya me voy a morir, comentaba Toño durante el trayecto a Veracruz, una camioneta de redilas de tres toneladas fue nuestro transporte.Al atardecer me presenté con la antropóloga, nos abrió su casa, solo le pedía un rincón para dormir, ella nos ofreció el cuarto de su hijo, nos invitó a cenar, Toño apenas probó un bocado.
Rosa María, linda mujer, no hallaba cómo hacernos sentir bien. Cuando nos entretenía con su amena plática le entró una llamada telefónica, aún recuerdo, más o menos, la conversación:
-…Sí doctor no se preocupe, su hijo entregó el trabajo, va muy bien.-Si doctor se ha esforzado, yo sé que esta materia no les atrae mucho pero ha cumplido con todo.-De nada, muchas gracias. Por cierto doctor, fíjese que tengo en mi casa a un muchacho de Oaxaca… le platicó el caso de Toño.
-Sí doctor estoy anotando su dirección…
-Muchas gracias, mañana ahí lo llevan…
El pueblo se vistió de fiesta para recibirnos, realizaron una comida y presentaron un programa: palabras de bienvenida, música con banda, cantos y el baile tradicional de la región La Mujer del Chinanteco.
El tratamiento de Toño
Media hora antes de la cita ya estábamos en el consultorio, salió el doctor, al saludar a Toño le preguntó:
-¿Cómo estás muchacho?
-Estoy enfermo y ya me voy a morir.
El doctor lo revisó, siempre mostró amabilidad durante toda la consulta, preparó varias bolsas con polvos y unas botellas con líquido, Toño apenas sonreía, al final le dijo que iba a estar con un tratamiento, sin embargo él no dejaba de repetirle:
-¿Para qué? Si ya me voy a morir
-Bueno Toño, mientras te mueres, René te va a poner estos polvos en la mañana, estos a medio día y estos en la noche, así durante un mes, si en este tiempo no te has muerto aquí no vemos para ver cómo vas.
Para aplicarle el tratamiento Toño se fue a vivir a la misión, eso le implicó que sus papás, hermanos y amigos le dejaran de hablar, pues no aceptaron el haberse ido con los católicos y menos el recibir tratamiento médico, pues para ellos si se iba a morir sería por voluntad de Dios.
Con el tratamiento y viajes mensuales a Veracruz transcurrieron los primeros cuatro meses. Yo cumplí más del año que me propuse estar en la misión y regresé a Guadalajara, aquel joven con sus 19 años de edad y en franca recuperación, pues poco a poco sus llagas en la piel iban cerrando, se quedó en Río Manso, sus palabras al despedirnos fueron: bi mohano ojora (no sé cómo se se escribe en idioma chinanteco) esto es: gracias mi hermano.
La última imagen que tengo de él es el estar parado, junto con su esposa y sus tres pequeños hijos, a un lado del cuarto que fue mi casa en La Chinantla.
17 años después
En el año de 2003, quienes tuvimos la fortuna de trabajar en ese rincón de Dios, visitamos la misión. Los amigos de Celaya, Irapuato, México y Guadalajara, cada quien ya con familia, rentamos un camión y nos fuimos unos días. Uno de los pueblos visitados fue San Jacobo, el reencuentro con aquellos jóvenes fue muy emotivo, orgullosos también ellos nos presentaban a sus hijos.
Obligada la pregunta por Toño cuando vi a Pancho y a Cata, finalmente el chamaco –no se murió como decía, se alivió –por completo, ahora vivía en un pueblo cercano y tuvo otros tres hijos, sólo tuvo seis.
Pancho y Cata me invitaron a tomar café en su casa, ya con calma Pancho me platicó lo siguiente:
–Renés, hace cinco años me salieron unos granos en la cara, me crecieron tanto que se me hicieron unos hoyos muy feos, me daba vergüenza salir a la calle, sentía que me iba a morir, me acordé de Toño y fui a buscar al médico a Veracruz, me dio también unos polvitos y con el tiempo me curé, sólo me quedaron unas pequeñas marcas que ni se notan”
Aquel acordeón fue algo especial, lo que Pancho y su esposa Cata promovieron al trabajar con el grupo de jóvenes y formar un buen coro, permitió con los años saber quién le podía curar una enfermedad que le pudo costar la vida.
Dios tiene sus planes.
Increíble historia, gracias por compartir.
ResponderBorrarGracias a ti por leerla y por tu comentario
BorrarQue linda y especial historia tu deverias hacer un libro como René y sus vivencias en la vida felicidades g
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