03 / El temblor que nadie podía creer














Más de mil palabras…


El temblor que nadie podía creer

Texto y fotografías / René Vázquez



México siguió de pie


El sismo del 16 en Arroyo Blanco

El 16 de septiembre de 1985 me encontraba en la sierra de Oaxaca, en el pueblo de Arroyo Blanco, una comunidad hermosa en la cumbre de una montaña.

Pasamos varios días, esa noche, mientras dormíamos en el suelo un terremoto nos despertó. Era un fuerte estruendo de la tierra, crujieron los muros de la cabaña hechos de troncos de madera con techo cubierto de palma, además la mula se puso a rebuznar, los perros a ladrar… se rompió la tranquilidad de la noche.

Al sentir el movimiento de la tierra mi reacción fue poner las manos sobre el piso con las palmas hacia abajo, fue impresionante sentir el movimiento, aunque los demás también se despertaron ninguno hicimos algún comentario, fue hasta después, cuando pasó todo, soltamos los nervios y hasta hicimos bromas.

No tenía caso pararme o salir corriendo, la casa de madera solo crujió, no se caería, además no había edificios, postes u otro tipo de construcciones que hicieran algún daño.

En Oaxaca ya me habían tocado otros sismos de menor intensidad y no pasaba nada, la región es muy sísmica, sabía que ahí los temblores no causaban daños, de alguna manera lo aceptaba como algo “normal”.


Rumbo a México

Con la bandera y el corazón a media asta


Apenas unos meses antes el dueño de una editorial visitó la misión, cuando vió que parte de mi trabajo era documentar visualmente la experiencia y las expresiones culturales de los chinantecos, me propuso editar un libro con las fotografías.

Me gustó mucho la idea, acordamos vernos en su editorial en la Ciudad de México, le propuse el 20 de septiembre, pues mi cumpleaños era el 19 y lo quería pasar con mi novia que vivía en la capital.

Nosotros bajamos de la sierra el 18 para viajar el 19 por la mañana a México, pero no pudimos, habían cancelado las salidas porque había temblado, no checamos las noticias y en la ciudad de Tuxtepec la vida corría normal.

Iba con Susana, quien también estuvo en la misión por un año y su familia vivía en México, me acompañaría y ella iría a visitar a su familia.


El recorrido por la ciudad

Otra estética


Por fin llegamos a la capital el 20 por la mañana, no dábamos crédito a lo que platicaba la gente, pero al ver el desorden en el tráfico y la ruta tan rara que tomó para llegar a la central camionera nos daba una idea que el terremoto del día anterior, había sido fuerte.

Cuando nos dirigimos rumbo al zócalo entendimos y vimos la magnitud de lo acontecido, era de no creerse.

Al medio día quedé de verme con mi novia en la estación del Metro Popotla, ahí el Árbol de la Noche Triste recuerda la tremenda derrota de Hernán Cortés, de alguna manera entendí su sentir, pues mi novia me terminó ese mediodía, yo había sufrido mi derrota de esa relación que quedó entre los escombros.

Me reencontré con Susana quien visitó a su familia en Azcapotzalco, por fortuna en ese rumbo no sufrió daños, sólo el susto.

Nos dedicamos a recorrer el centro de la ciudad, vi lo que era el Hotel Regio, donde en alguna ocasión escuché en su bar, junto con mi padre, al tremendo Leo Acosta y su orquesta.

En la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial cayeron varios pisos, ahí trabajaba mi amigo y antes socio Alejandro Sevín, que por suerte en esos días estaba de vacaciones en Guadalajara con su familia.

Al pasar por la instalaciones de Televisa fue muy triste ver su torre de transmisión derrumbada en el suelo, era de no creerse lo que estaba viendo.


El terremoto del 20 por la noche

 

Voluntarios… héroes anónimos


Después de recorrer durante el día Tlaltelolco y varios lugares donde había edificios derrumbados, Susana y yo íbamos rumbo a casa de sus papás a pasar la noche. 

Estábamos en el interior de una estación del metro en espera de que pasara el siguiente, en eso salió un señor de las oficinas corriendo de forma desesperada y gritando: –Abandonen la estación con calma, está temblando, abandonen la estación con calma

Todos salieron; unos corriendo, otros caminando rápido, Susana avanzó de prisa y yo tras ella, por instinto miré hacia atrás y vi a una mujer mayor que apenas podía caminar, me regresé le tomé del brazo y apresuramos el paso, Susana que ya iba subiendo las escaleras volteo la mirada, me vio muy atrás, regresó corriendo le tomó el otro brazo, casi la cargamos entre los dos.

Al salir de la estación iluminada, pasamos a una cueva de lobo, totalmente oscuro, se había ido la luz, todo mundo corría hacia todos lados, unos gritando, otros aventando, algunas señoras lloraban… sólo las luces de los carros iluminaban una noche tremendamente oscura. 

El grito de las personas y las bocinas de los carros circulando a toda prisa me impresionaron mucho, vi cómo los jóvenes se pusieron a dirigir el tráfico en las esquinas, sin embargo, a algunos conductores no les importó, les echaban el carro encima para no detenerse. De seguro los muchachos tenían familia y amigos por quién preocuparse y ocuparse, sin embargo se dedicaron a dirigir el paso de los vehículos para ayudar y evitar accidentes.

Para mí ese era el ejemplo de lo que son los chilangos, personas muy solidarias.

Yo no tenía a dónde ni por quién correr, nadie de mi familia ni de mis amigos más cercanos vivían o estaban en la Ciudad de México, sólo me quedé a observar a las personas.

Susana llamó a su familia y estaban bien, yo llamé a mi exnovia y afortunadamente ella y su familia también.

Por la noche era dificil el transporte, se nos ocurrió pedir asilo en un albergue que se había habilitado en un colegio, el problema fue por la mañana al día siguiente, no nos dejaban salir por lo peligroso que era andar en la calle, pero los pudimos convencer y salimos del albergue “sobre su propia responsabilidad” nos advirtieron.

Me dediqué a tomar fotografías, pero sólo llevaba un rollo, las tiendas estaban cerradas, a cuanto corresponsal gráfico que veía le pedía me vendiera algún rollo, solidariamente me los regalaban. Conseguí unos pocos, pero suficientes. 

Alguien me dio uno de transparencias que el Padre Salesiano Guillermo García envió a Italia, allá el Boletín Salesiano las publicó en portada e interiores, nunca vi un ejemplar.


Continuamos nuestro recorrido

"Los edificios me caían por todos lados"


Seguimos caminando por las ruinas de muchos edificios, bajo mi mentira de ser reportero gráfico me dejaban pasar a zonas acordonadas, vi de cerca cómo sacaban cuerpos de entre los escombros, cómo de repente alzaban todos el brazo con el puño cerrado y todo el mundo guardaba silencio y no se movían, era la señal de escuchar algún ruido bajo los escombros.

Ya había llegado apoyo internacional con perros de búsqueda. Había quienes se llamarían los topos, pues efectivamente se metían con una cuerda amarrada bajo las ruinas a punto de desmoronarse en búsqueda de quien pedía ayuda.

Nunca le tomé fotografías a persona heridas ni a ningún cadáver, sólo volteaba la mirada.


El edificio

Muchos edificios aguantaron increíblemente y los voluntarios se hicieron presentes


Una señora pedía que le permitieran entrar a su departamento para recuperar papeles, pero no la dejaban pasar, infantilmente pretendí ayudar y abogar por ella para que le dejaran pasar, la respuesta fue muy amable y contundente: –Mire, si le quiere ayudar pase usted, sólo le digo que el edificio está por caerse, en cada réplica se están desprendiendo bloques de ladrillos. No me quedó otra alternativa, le dije a la señora que tenían razón pues era mejor esperar, me convencieron muy rápido.


El Albergue Santo Domingo

Los vecinos de la Plaza Santo Domingo se organizaron para apoyar a los damnificados


Pasamos por la Plaza Santo Domingo, a unas cuadras del zócalo, vimos unas carpas que cubrían toda la plaza, eran de alguna exposición de libros, sólo quedaban los anaqueles vacíos. 

Las enormes carpas sirvieron de refugio para personas heridas y para los vecinos, pues algunas casas quedaron dañadas y no podían entrar.


 

Había que preparar el alimento para todos


Para pronto aprovecharon las mesas, otros vecinos que sí pudieron entrar a su hogar sacaron sus utensilios de cocina y comida, se pusieron a preparar alimentos para quien se refugió en las carpas, hicieron un censo, ya tenía todo controlado, en su mayoría eran jóvenes quienes organizaban todo.

Nos ofrecimos como apoyo y nos quedamos a ayudar.


La señora

Por todos lados salieron voluntarios y ayuda


Duramos varios días en el albergue, siempre había algo por hacer, cuando pasaban camionetas con víveres al ver el albergue todo improvisado los dejaban y ofrecían regresar con más, siempre hubo comida de sobra, se hacía una gran fila a la hora de las comidas.

Una señora permaneció varios días acostada en el piso, siempre que le acercaba los alimentos me sonreía, en una de esas ocasiones le pregunté si se sentía bien, le vi muy triste, le pregunté:

–¿Señora quiere que le ayude a rezar?

–No soy católica

–No importa, le contesté

Mire

Levantó la cobija, en su mano fracturada tenía una biblia, me comentó:

–De seguro es el mismo en quien los dos creemos…

Agregó:

Yo vivo a dos cuadras y salí rápido de mi casa, corrí desesperada por el centro de la calle, sólo veía caer los edificios por todos lados mientras avanzaba. Si hubiera corrido hacia el otro lado habría sido diferente, no se cayó ningún edificio de este lado. Veía todo y no lo podía creer, nadie lo podía creer!

 

El niño

Sus ojos miraban ningún sitio


Uno de esos día donde iban y venían personas, llegó una pareja de la tercera edad con un niño. El pequeño caminaba como por instinto, me agaché a saludarlo, lo vi a los ojos y él a mí, sin embargo sentía que no me veía, tenía la mirada fija viendo a ningún lado, como un autómata, un robot, su cara inexpresiva, como muñeco de cera.

Le pregunté al señor sobre ¿qué le pasaba al niño? era su abuelo y me comentó: –cayó su casa y vio morir a sus padres bajo los escombros–.


Llegaban las noticias

Todas las noticias ya nos hablan de Él


De repente, cuando alguien regresaba de su casa por la mañana, nos compartía las últimas noticias, nada tan alentador como saber de alguna persona rescatada tras varios días de estar literalmente sepultada viva.

Pero enterarse del rescate de un recién nacido en un hospital abrazado a su madre muerta era de no creerse, sólo aceptar y dar gracias por esos milagros.


Varios días después

Una vergüenza… los voluntarios a mano limpia y estos con equipo sólo observando


Los días y las noches pasaban; acomodar la despensa para tenerla en orden, hacer las comidas, dar los alimentos a todas las persona que se formaban para pedir la comida, por las noches repartir café a los soldados o personas asignadas a cuidar lo edificios, platicar con ellos, siempre había algo por hacer.

Como a los ocho días caminé al zócalo; los negocios abiertos, las personas en sus cosas, como si no hubiera pasado nada, en la televisión transmitían novelas, noticias o programas cómicos, en fin, la vida continuó, había de retomar la nuestra, nos despedimos afectuosamente de las personas del albergue Santo Domingo, yo me fui a la ciudad de Oaxaca, no había con quien platicar o desahogar mi experiencia.

Asistí una reunión de planeación de la prelatura en la zona mixe. Yo no dejaba de pensar en lo vivido en días anteriores.

Ahora seguía sin dormir por la impresión y el recuerdo.


La canción

Mi forma de desahogarme fue escribir Xto. es Hoy Damnificado, mi amigo Darío Villuegas cuando conoció el texto me pidió ponerle música, lo hizo de forma hermosa.

Pasaron más 25 años para que pudiera hacer un video, en esos años ochenteros quise hacer un audiovisual pero nunca pude, me ganó el sentimiento y el duro recuerdo. 

Ya con la posibilidad de obtener por internet imágenes en video me propuse realizar uno, por fin lo logré.


Xto. es Hoy Damnificado




Bajó de su cruz con el terremoto del 19.

Salió de su catedral y corrió desesperado por las calles, los edificios le caían por todos.

Vio morir a su gente, a sus hermanos perecer bajo los muros de concreto.

Sus padres fueron de los desaparecidos, deambuló por las calles de todos lados con la mirada perdida, sus ojos miraban ningún sitio y una vez … y una vez más más sólo lloraban sangre.

Después del temblor, el que nadie podía creer, caminó a cualquier lugar, se metió a todo albergue, se formó asta el final para pedir un poco de comida o alguna cobija que con el frio de la madrugada la compartió con otro, porque al igual que Él titiritaba.

Ahora andará de oficina en oficina por el papel o por la firma, para comprobar su realidad, la realidad de damnificado; de huérfano, de viuda con los hijos no recuperados a tiempo en el crematorio.

Xto. es hoy damnificado, nos hace ver cruelmente su necesidad de amor, su eterno cansancio por solo recibir migajas de justicia.

Nos ha dejado ser voluntarios y lo hemos empezado a conocer, nos permitió orar y ya comenzamos a hablarle con el corazón… con el corazón.

Xto. es hoy damnificado, hasta sale en primer plano, todas las noticias ya nos hablan de Él… nos hablan de Él.

Xto. es hoy damnificado y nos mostró el milagro cuando le sacaron vivo de entre los escombros del hospital… del hospital.

Los primeros días los vivió con su madre muerta, se amantó y vivió de ella, repitió el milagro… el milagro de la vida.

Xto. es hoy damnificado… y después de esto mañana volverá a la prisión, al campo de concentración, al ala de enfermos incurables, al lugar para leprosos, volverá a ser el eterno damnificado… el más pobre, el más jodido, el perseguido político, el refugiado guatemalteco en Chiapas, el despojado de sus tierras, el abortado, el incestado, el obrero de la siderúrgica, el chamaco cementero de la central, el sub empleado, el indígena.

El Hombre… el hombre, el que nos espera a la vuelta de cualquier esquina.

Xto. es hoy damnificado.


Video con sólo la canción

https://youtu.be/dRkFpFxWu1s?si=2PmelDhBMyRgyQPk


Video con imágenes.

https://youtu.be/KXpRiL8ESbI?si=Nsy3igSbop7gRvKF

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